En aquel momento, mientras observaba tu menuda figura alejarse hacia un lugar inalcanzable para mí, hacia aquella zona situada detrás del oscuro cristal que siempre había separado nuestras dos almas y cuerpos impidiéndonos llegar a alcanzar la felicidad juntas. En el segundo exacto en el que mi desesperación explotó como el volcán muerto del que vuelve a salir lava tras cientos de años, siendo incapaz de correr tras tuya y fundir nuestros cuerpos de nuevo en un abrazo eterno; mi corazón lanzó un grito ahogado que solo tú podías escuchar.
En ese preciso instante, aunque tú continuases tu camino sin girar tu mirada hacia mi dirección, puedo incluso a llegar a asegurar cómo mentalmente me asegurabas que volverías, que todo aquel tiempo no sería capaz de separarnos, que me protegerías aunque no te encontrases a mi lado. Pero lo más importante de todo fue cómo me decías que me querías y... juro que te crei.
En ese preciso instante, aunque tú continuases tu camino sin girar tu mirada hacia mi dirección, puedo incluso a llegar a asegurar cómo mentalmente me asegurabas que volverías, que todo aquel tiempo no sería capaz de separarnos, que me protegerías aunque no te encontrases a mi lado. Pero lo más importante de todo fue cómo me decías que me querías y... juro que te crei.
Marta María Gonzalez Moragriega. Te quiero.